Los artistas existen para perturbar la paz | Algo sobre James Baldwin
"Estoy parado junto a la ventana de esta casa inmensa en el sur de Francia mientras cae la noche, la noche que me lleva a la mañana más terrible de mi vida."
Si esa es la primera oración de una novela, ¿la seguimos o no? ¿Cuántas cosas nos dice esa frase? A priori, hay un drama. Hay un personaje atormentado, tal vez exagerado. Tal vez no. Terminemos el párrafo:
"Tengo una copa en la mano, a mi lado hay una botella. Miro mi reflejo en el brillo oscurecido de la ventana. Mi reflejo es alto, algo así como una flecha quizás; mi pelo rubio reluce. Tengo una de esas caras que viste muchas veces. Mis antepasados conquistaron un continente, abriéndose paso sobre llanuras regadas de muerte, hasta llegar a un océano que se extendía de espaldas a Europa para adentrarse en un pasado más oscuro."
Una vez, hace algún tiempo, un librero de usados nos dijo que leía el primer párrafo y más o menos se daba cuenta si le interesaría o no. A nosotros, tan afines a buscar claves de otra gente que lee como a lo demorado, nos parecía muy poco como variable. Es una sentencia rígida, muy estricta, que podía servir para un texto periodístico pero no para una novela. Por eso, cuando hace unos días nos cruzamos con esta entrevista de Martín Graziano a Beatriz Sarlo, encontramos un método que calza mejor: "Yo tengo mi regla de las cuatro páginas: leo cuatro páginas y ya con el nivel de lectura que tengo veo si puede llegar a interesarme". Una aclaración: no estamos en el nivel de Sarlo, por supuesto, pero la idea messirve.
Vamos al "final" de esas cuatro páginas:
"Ahora, a partir de esta noche, a partir de la mañana que se avecina ―no importa por cuántas camas pase desde hoy hasta la última― ya no voy a tener jamás esas fervientes aventuras de juventud que, en el fondo, si te ponés a pensarlo, son una especie de masturbación más intensa o, por lo menos, más pretenciosa. La gente es demasiado diversa para ser tratada a la ligera. Yo soy demasiado diverso como para ser digno de confianza. De lo contrario, no estaría solo en esta casa, esta noche. Hella no estaría en un barco en altamar. Y Giovanni no estaría a punto de perecer, en algún momento entre esta noche y la mañana, en la guillotina."
Ese comienzo es de La habitación de Giovanni, de James Baldwin, traducido por Mariángel Mauri y editado por Mil botellas el mes pasado. Una novedad que es y no es a la vez: la novela es de 1956 pero de Baldwin prácticamente no se consigue nada en Argentina.
Dice en la contratapa: "Para los protagonistas de esta novela, París no fue una fiesta". El hombre que narra es David, un norteamericano que vive con su novia, Hella, en la ciudad de las luces. En medio de una crisis, ella se va a España y él, en una noche de bar, en un diálogo que labura la seducción lenta, tangencial, conoce a Giovanni, un italiano que lo atiende detrás de la barra. Ese momento cambiará el devenir de los tres. Es una de las primeras novelas que abordó con una mirada desprejuiciada la homosexualidad (de nuevo, se editó por primera vez en 1956, el mismo año en el que acá aparecían, por ejemplo, Enero de Sara Gallardo o Zama de Di Benedetto). Está narrada con una prosa dedicada, sutil, que se detiene en descripciones, se demora en reflexiones y nos pasea por los pensamientos intrusivos de David, cargados de deseos que lo contradicen con él mismo y que lo exponen de frente a una confusión que, en el fondo, sabe que no tiene:
“Otro yo se había instalado en mi interior, completamente paralizado ante el dilema de mi vida. (…) Con ese presentimiento aterrador, se gestó en mí un odio por Giovanni tan potente como mi amor, un odio que se alimentaba por las mismas raíces.“
En todo momento se siente la tensión, la seducción, también el miedo atravesado por ese deseo de libertad. Para David, en su tierra, la homosexualidad es un delito y eso lo lleva en la sangre. A Hella la conocemos ya lejos, alejada por la distancia que David le hace sentir por la incoherencia entre lo que quiere el cuerpo y lo que le plantea el pensamiento. Giovanni, más desprejuiciado, asumido en su deseo, a su vez es un extranjero que tiene que mantener un carnet de laburante para poder estar en Francia y vive en una habitación en las afueras de París.
“No sabría cómo describir esa habitación. En cierta forma, se convirtió en todas las habitaciones por las que había pasado en la vida, y todas las habitaciones en las que me encuentre de ahora en más me recordarán a la habitación de Giovanni. (…) Como dije, la vida en esa habitación parecía suceder bajo el mar, y no cabe duda de que en ella atrevesé un maremoto.“
Y Baldwin narra. Se detiene en cada escena, es virtuoso haciendo charlar a todos, nos mete en el pozo con David y nos pasea por esas noches parisinas en la posguerra de los 50, hasta sentimos que las conocemos. Se apropia del tiempo, lo maneja y lo hace con elegancia. La prosa es delicada, precisa, con el acento puesto en la trama, ese devenir en el que sabe manejar las pausas, los cortes, los cambios de frente.
“La gente que recuerda se expone a la locura con su dolor, el dolor de la muerte de su inocencia, repetida a perpetuidad; la gente que olvida se expone a otra clase de locura, la locura de la negación del dolor y la aversión a la inocencia; y el mundo se divide, en su mayor parte, entre los locos que recuerdan y los locos que olvidan. Los héroes son los menos.“
Y un detalle no menor: en la traducción soberana para esta edición, Mauri nos acercó a estos cosmopolitas que, por ejemplo, están acá en vez de aquí y en vez de hablar entre tú y ti, se tutean como nosotros:
―Si ella estuviera en París ahora mismo ―le solté de improviso―, yo no estaría en esta habitación con vos.
―A lo mejor no estarías viviendo acá ―reconoció―, pero igual nos estaríamos viendo. ¿Por qué no?
―¿Que por qué no?¿Y si ella lo descubriera?
―¿Descubriera qué?
―Ay, dale ―dije―. Sabés a qué me refiero.
(…)
―”Si lo descubriera, si lo descubriera”, no dejás de repetir, como si fuésemos cómplices de un delito. No cometimos ningún delito.
¿Quién es Baldwin? Info de solapa: nació en el barrio de Harlem, a las espaldas de las luces de New York, en 1924, en una familia pobre, hijo de madre soltera y el mayor de nueve hermanos. En su temprana juventud fue predicador pentecostal, por un corto tiempo. A la vez, en la escuela secundaria tuvo como profesor al poeta negro Countee Cullen, quien lo estimuló a escribir. Años después conoció a Richard Wright, otro escritor negro, que en 1948 lo ayudó a concretar su primer viaje a Francia. En 1953 publicó su primera novela, Ve y dilo en la montaña, donde retrata su infancia en Harlem.
Era negro y homosexual en tiempos en el que serlo implicaba un doble riesgo: de mínima cárcel, de máxima muerte. Un año después de esta novela, conoció a Martin Luther King y Malcom X. En los '60 se convirtió, junto a ellos, en un referente en las luchas por los derechos civiles pero después de los asesinatos tanto de uno como del otro, terminó por volverse a Francia donde vivió hasta su muerte, el 1 de diciembre de 1987.
En el recorte de una entrevista de 1963, Grant le pregunta por el futuro de los negros y de la sociedad estadounidense y él, pensativo, dubitativo, termina por responder que "Yo no puedo ser pesimista porque estoy vivo". Después devuelve, no a Grant, sino a los blancos, una pregunta que es mejor verla.
Hay muchos libros que llevan su firma, hay ensayos y poesías y cuentos y obras de teatro. Muchas entrevistas también. Y bastante se puede encontrar buceando en internet. La relevancia tanto de su obra como de su figura fue tal que reapareció como uno de los fundamentales en el grito reciente de #BlackLivesMatter, en el nuevo activismo negro (citado a su vez en este y en este libro que ensayan ese proceso). Pero el detalle que nos gustó por demás, fue este que nos tiró en un tuit al paso Fram Visconti, editor de De Parado, cuando nos dijo que Baldwin era una fuente citada en la última gira de Madonna: este documental es la muestra: la frase con la que abre es suya:
"Los artistas existen para perturbar la paz".
Baldwin perturbó la paz con su activismo, poniendo el cuerpo y escribiendo libros. En el documental I am not your negro (que con un poco de paciencia pueden ver en Stremio) está todo eso. Pero en su prosa, que conocíamos por algunos de sus cuentos, también lo consigue. Es un escritor del siglo XX, clásico de estilo, que en La habitación de Giovanni aborda una tragedia, una drama amoroso, una de esas historias que quedan. Bueno, sí, una obviedad: la reedición ya lo está diciendo.
En este camino a campo traviesa que hacemos por la literatura, donde a veces te cruzás plantas fascinantemente raras y únicas como Plop o plantaciones transgénicas como tantas novedades, esta novela de Baldwin, como dijimos hace poco, es un lugar seguro, no defrauda. Todo lo contrario. Por eso, como también vimos en otros libreros, volver a traer a Baldwin a los estantes es para celebrar.
Cuando murió (fue en Francia, pero él había pedido que le hicieran un funeral en su Harlem natal), Toni Morrison leyó esta elegía en la Catedral, para celebrarlo a su modo, así:
"Para mí nadie ha poseído o habitado el lenguaje como tú.(...)Tú has penetrado en ese territorio prohibido y lo has descolonizado, le has 'arrebatado la joya de su ingenuidad' y has abierto sus puertas a los negros, de modo que siguiendo tu estela pudiéramos entrar en él, ocuparlo y reestructurarlo para que pudiera albergar nuestra compleja pasión. No nuestras vanidades, sino nuestra belleza intrincada, difícil y exigente; nuestro conocimiento trágico y obstinado; nuestra realidad vivida; nuestra imaginación clásica e impecable. Y mientras te negabas a dejarte 'definir por una lengua que nunca ha sido capaz de reconocernos'. En tus manos, la lengua volvía a ser hermosa. En tus manos, veíamos cómo debía ser: ni exangüe ni sangrienta y, sin embargo, viva."
Ahora queda leerlo.
***
La habitación de Giovanni, de James Baldwin, se consigue acá.
Estuvimos varias semanas sin aparecer, nos tomamos esa libertad caprichosa, pero algunos links de ese tiempo se mantienen con vigencia:
Primero y fundamental: recomendamos con énfasis Señalador, el newsletter de Andrés Wittib que envía todos los días un surtido de links sobre el mundo editorial. Acá se suscriben. Uso y recomiendo.
Esta entrevista de Fashbender a Yeager a propósito de Espacio negativo, uno de los títulos de la reciente saga de ficción editada por Caja Negra.
Acá Quintin hace un recorrido por la obra de Muriel Spark sobre el eje de la reseña de Curriculum Vitae, el último libro suyo que nos llegó.
Y acá es Luis Gusmán el que se mete en la obra de Natalia Ginzburg, a propósito de la llegada de Las palabras de la noche a nuestros estantes.
"30 tesis sobre weird y ciberpunk a clavar en la puerta de la catedral de la literatura": este texto nos gustó.
Este libro lo publicó hace unos días la Editorial Municipal de Rosario, todavía no leímos nada pero vale compartirlo por las firmas de cada capítulo y por los autores y las temáticas que aborda sobre la literatura del siglo XXI. Acá se chusmea y se descarga.
Tal vez si estos días fuiste a ver a Fito Páez, te interese leer esta reseña sobre su último libro hecha por el gran Martín Zariello. En realidad, recomendamos leer cualquier texto que escriba Martín Zariello aunque para ello haya que entrar a Facebook a ver si subió algo nuevo.
Y una más a propósito de los perfiles de Entre Ríos que mencionamos más arriba: acá pueden chusmear el especial de Laiseca que le dedicaron en El Diletante la semana pasada. Uno es de Agustín Conde de Boeck, autor del perfil del propio Lai. Además hay una entrevista inédita, una especie de crónica de Golosina Caníbal ensayando la carrera entre Piglia y Fogwill para instalar al autor de Los Sorias, y una reseña sobre Hybris, la novedad en librerías.
En breve, si hay viento a favor, compartiremos algo de lo que nos dejaron las charlas de Balneario. Como adelanto, va esta cita que nos hizo Victoria De Masi en su newsletter (que también recomendamos si les interesa el amplio mundo del periodismo).
Compartan, comenten, griten a los cuatro vientos: el boca a boca es invencible. Ya creo que saben que hacemos envíos a todas partes, vía Correo Argentino. En Capital, lo coordinamos en el día. Si queda cerca de Ocio, el envío es sin costo y va un ocioso en persona.
Estamos en Loyola 829 esq. Serrano, de lunes a jueves de 11 a 19 y viernes y sábado, de 15 a 19.
Esperamos que el otoño los encuentre felices como a nosotros.
Gracias por todo.
Un abrazo,
los pibes de Ocio
Pd.: Si algo falla acá, es porque nos acabamos de mudar de plataforma. Mailchimp nos quería cobrar por tener más de 500 suscriptorxs.